viernes, agosto 03, 2007

Levante la mano

Salude al público presente. Mírelos atentamente como si nada pasara. De un brinco. Eso. ¡Hop! ¡Regrese! Venga y diga: “El hombre muere con su fealdad”
Levante la mano, mi querida saltimbanqui, caricatura mal hecha con malos trazos…
¡Eso!
Dé una voltereta y muy quietamente sonría al público presente que yace en la esquina sin bordes, sin pintura, sin nada, ni mierda.
¡Eso!
No intente dar un paso adelante o será fulminada en un santiamén si es que no acaba su show.
Dé la mano a cada individuo y regale un beso amargo a las mujeres oscuras, a esas chicas que viven al borde de la muerte, esa frontera entre 1 y 0. Ah, pero no se olvide de abrazar a los tipos que miran furtivamente el hoyo de las puchas que se encuentran en la otra mesa- sin esquina, sin pintura, sin nada. Ni mierda.
Levante la mano y dígame, mi estimada sandunguera, y estoy seguro que tengo la razón, que esas personas están completamente perdidas, que no les interesa saber cuál es su próximo número; el acto es lo de menos… Sólo vienen para aburrirse y reírse monótonamente sin percatarse de las miles de caretas que merodean el lugar. Oh sí, poeta de alcantarilla, pseudo filósofa con pensamiento de bolsillo. A pesar de que aplicas muy bien el razonamiento y la pura lógica estás más perdida que huevo en ceviche o partícula subatómica que divaga en el espacio del universo cuando te preguntan si confiarías en otra persona.
Tú, tácitamente respondes con una crudeza en cada palabra pronunciada: NO.
Ah, idiota. Júzgame. Sigue con tu espectáculo itinerante.
Siga manifestándose a viva voz que nadie la escuchará. Intente seguir descifrando el genoma de la estupidez que nadie le dará la razón. Yo estoy seguro que usted tiene toda la razón de media parte del mundo. Se lo digo para que deje de hablar. ¿Que lo que transmite es algo verídico y verosímil?; pero usted sabe muy bien que sus palabras no son penetrantes y además nadie entiende el mensaje corpóreo. Solo sabe que lo que intenta dar a las gentes es nada, porque nada es lo que quieren escuchar.
No, no confío en usted, saltimbanqui, damisela del olvido.
¡Eso!
Levante la mano, mi estimada…La gentuza se encuentra frente a usted y no hace más que dar volteretas y cabriolas que por el contrario parece a un presidente que pude ver la semana pasada en un programa noticioso. Cómo bailaba el gazmoño, ese palurdo que asesinó mudamente a tanta gente y que ahora se hace el “loco”. ¡Maldito! ¡Rediós! Se llevó a su tumba todo lo desconocido que tenía que decir. Otro mártir de la guerra absurda.
No, no me diga qué hacer. Usted sigua con su acto circense.
¡Hop! Salte. Ruede. Sonría (hipócritamente). Asesine. Asesine. Asesine.
Mire a esas mujeres que huelen a estupidez. Idiota. Mire cómo se regocijan cuando usted habla sobre la problemática del hombre, y la verdad del consumismo en el cual todos están sujetos o, para ser más exacto, todos los habitantes del mundo están sometidos al pensamiento del: NO PENSAR, irremediablemente. No, les importa un bledo que le hablen sobre temas relevantes y de reflexión.
Usted hace arte. Yo lo llamo arte cada movimiento corporal… ¿Será acaso que no les importa el arte o, quizás, su espectáculo es un bodrio? ¿Su arte es nada ilustrativo y meramente anodino?
Siga saltando incesantemente.
Mejor deje de dar la mano.
Ah, ahí hay una chica, junto al pelado que viste un terno costosamente caro. Me parece haberlo visto en una conferencia donde hablaban de la psicociencia. Sí, es un ampuloso escritor miserablemente infausto. En fin. La chica parece verla fijamente. Su espectáculo (incluyendo los monólogos y la danza rítmica) al parecer no es tan mierda, según los espectadores a excepción de esa mujer heteróclita, por no decir, en otras palabras, un conjunto de ideas falsamente malinterpretas y, también tergiversadas, por crédulos tipos y sujetas; esas gentes que viven inmersas en su cáscara de nuez podridamente nefasta.
¡Eso!
Pero tu trabajo no es satisfacer a las personas ni mucho menos expresar tu pensamiento. No, tú ya sabes lo que debes hacer. Es obtener dinero y ser parte del montón. Es hacer montañas de nada. Ser partícipe furtiva de las muertes a por doquier…
Ah, idiota. No es necesario ser un liberador (a) para liberar a las personas de su maldita opresión sistemática.
¿Ya sabes lo que deseas expresar? ¿Qué es? ¿Nada? ¿Vacuidad?
Levante la mano, muñequita sin sentimientos.
Este es el verdadero mundo donde tienes que seguir la línea. Ser parte del consumismo. Del mercado. Ver pasar nalgatorios femeninos, masculinos, apretujadamente malolientes. Sonreír hipócritamente.
Déme la mano y le diré que ya no es necesario seguir haciendo el ridículo.